_Maaaa, estoy aburrida_ Me dice con voz desganada, sin aliento, pidiendo auxilio.

_Es que no entiendo, de veinticuatro horas que tiene el día, si estuve dos con la tablet, es repoco_.

Insiste. Segura, a punto de derramar un llanto de impotencia.

Supe así, que la temporada del “Maaaa, estoy aburrida” vino recargada este enero.

Yo conozco. Conozco el tono y la intensidad del “Maaa” como para saber lo que sigue. Si es “tengo hambre” “vamos a jugar” “¿dónde está?” o el glorioso y siempre malvenido “estoy aburrida”.

Sólo seis días llevamos del año, y nada que neutralizo el comentarito sobre el aburrimiento.

Bien, hay que ponerle el cuerpo. Sí, nosotros, los adultos. Lo que propongamos durante el lapso que dure el tedio, la respuesta será: “no, no me gusta”, “no me sale”, “no tengo ganas”.

Son dos los puntos a tener en cuenta para atravesar los aburrimientos juntos:

• Sostener estoicamente y sin gritos nuestros noes: no tablet, no teléfono, no televisión. Y esto sí, que es un montón.
• Mostrar, sin imponer que, el aburrimiento es una fuente de recursos de exploración, creación.

La posibilidad de crearse un espacio desconocido dónde habitar.

Estos “huecos” que se completan con una actividad emocional y física plena, serán la base en la vida adulta, entre muchas otras cosas, generadora de recursos emocionales para atravesar situaciones, inesperadas o adversas y también para crear para sí, ambientes contenedores, placenteros.

Tapar estos “huecos” siempre y todo el tiempo, les empantana esta posibilidad.
Para terminar el cuento del inicio, luego de su persuasión y de mi “no”, muy tarde ya, mientras yo lavaba los platos, escucho a mi espalda:

_Buenos días señora ¿qué va a llevar hoy?_ La panadería estaba armada sobre la mesa de la cocina.

¡Sí! Le dimos espacio y el juego simbólico se hizo presente, y así aliviarnos la tarde.

Te leo.