El tránsito a un espacio “montessorizado”: sobre los errores que se cometen en el camino

El tránsito a un espacio “montessorizado”: sobre los errores que se cometen en el camino

Paola Minetti
Psicóloga

Asumir el desafío de incorporar estrategias de la pedagogía Montessori a nuestros espacios, nos convoca a realizar una compleja revisión sobre nuestro quehacer diario, identificar respuestas automáticas que frecuentemente tenemos para vincularnos con nuestros niñ@s y estudiar desde los orígenes, es decir, desde los textos de María Montessori, todo lo concerniente a la filosofía montessoriana, será un buen comienzo.

Muchos espacios e instituciones han llegado por diferentes caminos e interrogantes a este punto, que aunque es muy alentador, la decisión exige un trabajo psíquico, intelectual y por supuesto concreto, para llevarlo a cabo. Aunque en este artículo no ahondaremos en este aspecto, se trata fundamentalmente de una filosofía que desborda las aulas.

Aun así, el acercamiento siempre es desde diferentes lugares: ya sea para incorporar herramientas pedagógicas concretas y efectivas, porque consideramos que nuestro quehacer hace agua desde los rincones o las bases, porque lo venimos haciendo desde hace tiempo sin haberlo enmarcado aun en un encuadre teórico o porque por algún motivo, nos resuena desde lo más desconocido de nuestro ser.

El entusiasmo en la implementación, muchas veces hace que se cometan errores que pueden terminar generando frustración, principalmente entre los adultos. Esta situación es común, y la hemos observado en las recorridas por jardines y otras instituciones.

Es por esto que tuvimos la inquietud de escribir sobre este tema, ya que al poner la lupa en estos “errores”, se despejarán conceptos y prácticas que ayudarán a bajar las expectativas sobre la “eficacia inmediata” o la “receta mágica”, hacer foco en lo fundamental, alentar a reparar y seguir adelante.

Hemos concentrado en este texto 3 de los errores más frecuentes que se comenten al inicio de este camino:

  1. El contenido de la filosofía queda relegado por la estética del ambiente.

El “ambiente preparado” es cautivadoramente bello, pero no es sólo esto.  No se trata de bajar los muebles y pintarlos de blanco, verlo desde esta óptica sería lineal y reduccionista.

El ambiente preparado es esa belleza y mucho más aún.  Es enfocar los cambios físicos del espacio al cuidado emocional y respetuoso de los niñ@s. El orden establecido llama a la exploración, invita al conocimiento a merced de una experiencia sensorial, y así, cuando resulte propicio, el aprendizaje acontece.

Ofrecerles a los niñ@s un ambiente, donde puedan moverse con espontaneidad, transmite la seguridad de poder decidir por ejemplo, trabajar en el piso o sobre una mesa, o dónde transportar una silla o un objeto de vidrio, muestra en acto, la confianza que debemos tener siempre en ell@s.

No obstante, no olvidarnos que el objetivo del adulto dentro del ambiente es llegar a ser solo uno más, dedicarse a la observación para acompañar a cada un@ en sus necesidades inmediatas y de desarrollo.

  1. Desestimar la importancia del Área Vida Práctica.

Las actividades de esta área son equiparadas en el imaginario popular a las tareas domésticas: barrer, lavar platos, sacar polvo de objetos y muebles, ordenar zapatos, lavar vegetales, etc. Y si bien es esto es lo que hacen, el contenido lejos de ser peyorativo, revaloriza a las mismas siendo de fundamental importancia para el cuidado del lugar donde conviven varias horas diarias.

En la práctica, observamos que se dificulta explicar el sentido de estas actividades a las familias, y que es menospreciada la importancia de su realización en espacios escolares.

La pregunta que surge es: ¿por qué hay una connotación negativa hacia las actividades  de vida diaria en un ámbito educativo? Si es lo que realizamos cotidianamente en nuestros hogares para poder disfrutarlos plenamente, o para garantizar la comodidad de nuestro espacio.

Lidiar con el mayor gusto o disgusto que puedan generar estas actividades o la elección o imposición de las mismas  es parte del trabajo que tiene que sostener el adulto preparado.

El orden, el aseo o la preparación de una comida, salido de las manos de cada niñ@ genera un sentido de pertenencia del espacio, de los materiales y de la actividad que nada tiene que ver con el imaginario adulto de las tareas domésticas.

Mientras los niños no hayan trabajado a través de las actividades de vida práctica, la concentración, atención, ejercicios inhibitorios del movimiento, orden, dominio de su cuerpo, será en vano invitarlo a ejecutar las actividades que exijan un acto intelectual más complejo, como las que podrían ser las del área sensorial, lengua o matemática.

  1. No enmarcar la pedagogía Montessori en la filosofía Montessori

Este aspecto que planteamos al final, engloba a los anteriores, pero no queremos dejar de mencionarlo en este acotado texto.

Los materiales Montessori fueron creados por la Dra. María Montessori luego de una precisa y metódica observación de las necesidades motrices, intelectuales y emocionales de los niñ@s. Esto es lo estrictamente pedagógico.  Y es un tema que merece un escrito especial, que en este momento no pretendemos abordar.

Este aspecto pedagógico se desarrolla amparado en una mirada filosófica hacia la infancia, que propone Montessori y, que si se pasa por alto, deja desdibujada la propuesta de este trabajo.

Desconocer o menospreciar las necesidades de amor, acompañamiento no invasivo, escucha activa y atenta, atención a las necesidades fisiológicas (orgánicas o emocionales) no prepararse conscientemente como adulto, tener respuestas automáticas o generales ante una situación conflictiva singular, entre otras, nos aleja y desconecta con esta niñez con la que tomamos la responsabilidad de acompañar conscientemente.

Ahora bien, es válido, legítimo e incluso consideramos necesario, participar, invitar y crear espacios cuidados, valiéndose de los materiales y presentaciones montessorianas para llevar a las aulas estrategias pedagógicas y conceptos académicos para facilitar el aprendizaje.

Apropiarnos y servirnos de estas enseñanzas nos dará más herramientas para hacer frente a la diversidad de necesidades que se nos presentan cotidianamente en el trabajo con la infancia.

Tomar nuestro recorrido y experiencia para ponerla a disposición de quien la requiera, enriquecernos académica y espiritualmente, hacernos cada vez más conscientes de no caer en repeticiones sinsentido y aquí me refiero a los abordajes pedagógicos, abrirá el espacio para una conexión emocional con nuestros niñ@s, vital para una crianza cuidada y respetuosa.

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