Lactancia
Ella llegó antes, con 37.1 semanas. El corte tomó tan desprevenido a mi cuerpo que tardó 10 largos días en decirle a mis tetas “¡Listas ya! Ahora”
Allá, lejos de mi tierra, con costumbres y maternajes diferentes. Todos me dijeron “No. ya tira la toalla, no tenés leche”. Queriendo animarme, no hacían otra cosa que poner granos de sal parrillera en la herida.
Ahí, con extractor en mano, que solo aspiraba aire, sentada en el sofá mientras ella dormía, transité esos jodidos y primeros días del puerperio.
Mi obstinación por maternar con teta y el hociqueo de Nina cada vez que la llevaba a mi pecho, se abrazaron. Hicieron la gloriosa comunión y el oro blanco brotó, chorreó y alimentó, no solo de nutrientes, también de amor y calma.
Comenzó esa fusión constitutiva. Las dos éramos recién nacidas, ella llegaba al mundo y yo me construía como mamá.