Angustia y confianza en la infancia
Paola Minetti
Psicóloga
Especialista en pedagogia Montessori
_Ma, me fue mal en la prueba de lengua_. Dice con los ojos encharcados.
_¡Te dije que estudiaras más! Te quedas sin jugar toda la tarde.
Aunque la conversación es una ficción, recrea muchos episodios cotidianos, en las que vamos deteriorando la confianza de nuestras infancias.
Seré curiosa… digo, ¿estamos facilitando un espacio emocional contenedor y de confianza para que nuestros niños confíen?
Si ante la difícil situación, como es la de compartir un episodio que nos ha provocado angustia, nosotros, los adultos, sancionamos o juzgamos ¿Estamos preparando el terreno para cuando nos necesiten cuenten con nosotros?
¿Qué nos pasa como adultos, cuando nos abrimos afectivamente con alguien y confiamos nuestros pesares y lo que recibimos es un juicio de valor o una escucha superficial sin empatía? Que la devolución sea: “lo hubieses pensado antes, que querés que te diga”.
Este registro de vacío, desamparo afectivo, el “arréglatelas como puedas” se perpetúa y acentúa. Llegada la adolescencia, será un problema.
En otras palabras, estas estocadas emocionales, ya son un problema en la infancia. Está muy naturalizado, el creer que soltar la mano para que resuelva solo, es, sin más, una forma efectiva para “que aprenda”, “que se haga”.
Y sí, aprender se aprende, como por ejemplo a salir de situaciones difíciles mintiendo u ocultando por temor a las injustas consecuencias o a no pedir ayuda a quienes tiene cerca cuando realmente la necesita.
De poco sirve, que nuestros niños puedan pasar mentalmente de metros a centímetros, si no cuentan con un adulto que, con palabras amables les ayude a salir de una situación de angustia.
Es nuestra responsabilidad como acompañantes, brindar herramientas emocionales para transitar situaciones conflictivas. Siempre sin juicios y sin gritos.
Para finalizar, les dejo otra conversación recreada, pero con un final que aporta contención y no más angustia.
_Ma, me fue mal en la prueba de lengua_. Dice con los ojos encharcados.
_¡Oh¡ Lo siento, sé que te esforzaste. Podemos estudiar juntos para la próxima prueba, así estás acompañado.
¿Cómo lo viven ustedes?
Te leo.
Ilustración: Cade de Oiseaux